Confiar en uno mismo y, al mismo tiempo, confiar en los demás.
Esta es la consigna que reciben los jóvenes aprendices de artistas cuando entran a formar parte de esa compañía ya universal que es el Cirque du Soleil.
Sus piruetas y equilibrios perfectos serían irrealizables si no existiera auténtica armonía entre aquellos que en algún momento comparten escena. Sólo hay una explicación a todo esto, confiar en los demás, confiar en el equipo.